lunes, 15 de diciembre de 2014

Una charla con Andrés Barrero sobre literatura rusa, gastronomía y Todo el mundo odia a Yoko Ono



Conocí a Andrés Barrero hace un tiempo, coincidiendo con la publicación de mi novela, que reseñó para la web con la que colabora asiduamente, Libros y Literatura. Fue uno de esos encuentros luminosos que a veces te regala el complejo universo literario actual. Cinematográficamente, podría decirse que fue el comienzo de una bonita amistad literaria. Para mí ha sido muy enriquecedor asistir a la publicación de su primera novela, Todo el mundo odia a Yoko Ono, editada por Algón, un sello granadino con unas propuestas valiosas y que además mima cada una de sus obras.

  Como buen amante de los clásicos rusos, tiene predilección por la cita “el alma ajena es un bosque sombrío”, de Iván Turguénev, debuta como autor con una historia amena pero de las que dejan poso, en la que nos habla de temas universales con los que cualquier lector empatizaría fácilmente. Cinco personajes cuidados, entrañables, reflejo de los diversos perfiles del hombre y de la mujer actual, se reúnen a diario en un restaurante. A través de sus vivencias, sus conflictos, los sueños rotos que comparten y sus esperanzas, Andrés dibuja un acertado retrato de un grupo de amigos en un momento crucial de sus vidas. Un libro en el que, además, nos sorprende demostrando que la gastronomía corre por sus venas y que no ha dudado en trasladar esa pasión a uno de los personajes de su historia.  Seguramente, más de un lector tome nota de las apetitosas recetas creadas por uno de los personajes de la historia. Quién sabe si tal vez el siguiente libro con el que se aventure Andrés Barrero sea un recetario para sorprender a buenos amigos. 

-Todo el mundo odia a Yoko Ono es una novela de personajes. ¿Cómo fue crear a los protagonistas de la historia?

La idea de los personajes vino dada por la propia situación que inspiró la historia. Éramos un grupo de amigos y compañeros que comíamos juntos a diario en la Facultad de Medicina y nos llamaban “la mesa de la risa” porque lo pasábamos muy bien. También apareció un personaje que intrigaba a todo el mundo y nos preguntaron por él en varias ocasiones y así surgió la idea. Lo curioso es que no hay correspondencia entre aquellas personas y los personajes, sino que hay cosas de todos en cada uno de ellos.

-En esta primera novela hablas de la amistad y las relaciones personales. La amistad tiene mucho peso en nuestra sociedad actual, y así lo reflejas en la obra.

Siempre me he considerado muy amigo de mis amigos, y mantenerlos de todas las épocas y situaciones que he vivido es una de las cosas de las que más orgulloso me siento. He tenido la suerte de cruzarme con personas extraordinarias en mi vida y más suerte aun de que muchas de ellas me hayan distinguido con su amistad y esa relación con ellos y ellas es de lo más gratificante que he vivido. Creo que esa sensación se traslada a los personajes, que dan mucha importancia a la amistad y les es de gran ayuda cuando la necesitan.

-El componente gastronómico tiene mucho peso en esta historia. ¿Qué nos puedes contar de las recetas de Joaquín?

Me encanta la cocina y me parece además que es una disciplina muy literaria. Hablar de cocina da casi tan buen resultado como cocinar o comer. En el caso concreto del libro, Joaquín disfruta de la cocina y de cocinar en compañía y ambas cosas salen de mi experiencia personal, ya que las recetas son propias y el descubrimiento de la felicidad como ingrediente, por utilizar una frase suya, es una de las muchas cosas que le tengo que agradecerle a mi mujer. Cocinar con ella o para ella y mi hijo es una de las cosas que más me gustan en esta vida y las pasiones, al final, siempre se trasladan a lo que escribes.

-Inevitable preguntarte por tu opinión sobre Yoko Ono…y llevándola a un libro, ¿puede una sola persona ser la causante de la ruptura de un grupo de amigos?

No creo que Yoko Ono fuese la causante de la ruptura de los Beatles ni que como norma general se pueda responsabilizar a una persona de lo que ocurra entre otras. Al final uno es responsable de sus actos y buscar la causa de ellos en terceras personas no es precisamente valiente ni elegante, aunque sea muy humano. Yo no siento especial animadversión por Yoko Ono, nunca la he sentido y de hecho después de las alegrías que me ha dado gracias al libro hasta diría que le tengo cariño. No conozco mucho de su obra ni aun de su historia, pero tengo la sensación de que es una mujer libre y de que no habría despertado tanta inquina en tanta gente si no hubiese sido ni lo uno ni lo otro.

-Superar la adversidad es otro de los temas que tratas en el libro. Vivimos tiempos oscuros… ¿cada vez tenemos menos recursos para hacer frente a los problemas?

Sí que lo creo. Aunque defiendo que la capacidad de superación es una cualidad de cada persona, lo cierto es que es una habilidad que se entrena. Seguro que todos tenemos en nuestra familia ejemplos de historias de superación porque a nuestros mayores les tocó vivir una época de miseria en muchos sentidos y a nosotros esa capacidad de mirar a la adversidad a los ojos no nos hizo realmente tanta falta y ahora que vuelven tiempos malos, aunque probablemente no tanto como aquellos, nos pilla poco entrenados. Y menos aún a las generaciones más jóvenes. Sin embargo no pretendo ser pesimista en este tema, creo firmemente que en caso de necesidad, como les pasa a los personajes del libro, las personas solemos encontrar fuerzas donde ni siquiera nos imaginábamos que las teníamos.

-¿Cuál es el personaje que más cercano sientes?

Eso es muy difícil de decir, aunque es María el personaje que me parece más redondo literariamente hablando y siento gran cariño por ella, también tengo motivos para tener una relación muy entrañable con Enrique, porque está construido sobre historias de buenos amigos. Dicho lo cual, si tengo que quedarme con uno de ellos debo elegir a Teresa, porque guarda cosas que para mí son tesoros.
-Una recomendación literaria y una cita para cerrar esta entrevista…

Yo, como norma general, en temas literarios soy un empedernido rusófilo y en particular siempre que me preguntan me defino tolstoiano y creo que la obra que más me ha marcado en mi vida es Guerra y paz

Respecto a la cita, hay una de Turguénev que me gusta mucho y la utilizo con bastante frecuencia, “el alma ajena es un bosque sombrío”. Me gusta la imagen de que escribir es alumbrar un poco esa oscuridad, aunque la empresa sea como tratar de iluminar un agujero negro con una vela de cumpleaños no por ello es menos gratificante.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Reflexiones de Virginia Woolf, una mujer adelantada a su época



"Cada secreto del alma de un escritor, cada experiencia de su vida, cada atributo de su mente, se hallan ampliamente escritos en sus obra"

 “El espíritu es el más caprichoso de los insectos, palpitante, revoloteante”

Siempre he admirado la compleja figura de una mujer adelantada a su época: la británica Virginia Woolf (1882-1941). Novelista, ensayista, editora y activa feminista, fue una de las figuras más representativas del Londres literario de comienzos del siglo XX. Hace años, además, su figura se popularizó debido a la interpretación de Nicole Kidman en la película Las horas, papel que le valió un Oscar en el año 2002. Además de una mujer valiente, renovadora de la novela moderna –sus monólogos interiores, la mezcla de géneros literarios y los saltos temporales en la narración son prueba de ello– fue una gran pensadora.

“Quería escribir sobre todo, sobre la vida que tenemos y las vidas que hubiéramos podido tener. Quería escribir sobre todas las formas posibles de morir.”

Criada en el seno de una familia bien educada y relacionada con el mundo cultural, a Virginia Woolf le debemos numerosas frases dignas de análisis. Una de las más conocidas es: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”. Y es que sus reflexiones sobre el papel de la mujer en la sociedad de la época son hoy un valioso testimonio. La mayoría las plasmó en el ensayo Una habitación propia (A room of one´s own), publicado en 1929. Hoy es un texto de referencia que nos hace pensar que, por desgracia, la mayoría de sus impresiones sobre la subordinación de la mujer al hombre son están aún vigentes en pleno siglo XXI. Desde muy joven, y a pesar de la familia de la que provenía, la autora tuvo muy claro que el mundo en el que le había tocado vivir imponía férreas condiciones a toda aquella mujer que deseara ser independiente tanto económica como mentalmente. En sus diarios y en las conferencias que impartía siempre ponía de relieve la invisibilidad de la mujer, relegada al papel reproductivo y al ámbito doméstico. En aquella época, el género femenino tenía muy complicado acceder a la universidad, y si hablamos del campo de la escritura, eran menos valoradas que un hombre y al escribir debían ceñirse a los estereotipos marcados por el género masculino. 



"Es obvio el que los valores de las mujeres difieren con frecuencia de los valores creados por el otro sexo y sin embargo son los valores masculinos los que predominan".

“Es fatal ser puramente un hombre o una mujer; hay que ser masculino-femenino o femenino-masculino”.

"Durante todos estos siglos, las mujeres han servido de espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño".



Una vida marcada por la enfermedad mental

Nicole Kidman, caracterizada como la escritora
A pesar de su origen acomodado, la vida de la autora de Orlando no fue precisamente fácil, ya que estuvo marcada desde la juventud por la enfermedad mental. La muerte de sus progenitores –a los trece años perdió a su madre–, especialmente la de su padre, que era también un hombre muy cultivado, marcó el comienzo de unas crisis nerviosas y una depresión que acompañarían a la escritora de por vida, conduciéndola al suicidio años después.

Virginia Woolf sufrió siempre un trastorno bipolar, pero la rígida moral de la época impedía que incluso en sus textos autobiográficos hablase claramente de estos episodios mentales. Sin embargo, tuvo la fortaleza necesaria para que la enfermedad no le impidiera renunciar a su vocación literaria. Solo su decisión de suicidarse acabó con una brillante trayectoria, una carrera de la que no se puede excluir a su esposo, Leonard Woolf –Virginia se apellidaba Stephen de soltera y tomó el apellido de su marido–. Economista y escritor, y miembro como ella del conocido grupo Bloomsbury, se casó con él a los treinta años y siempre compartieron una gran afinidad. Juntos fundaron una editorial que publicó, entre otros, a autores como Sigmund Freud o T.S. Eliot. 

Virginia Woolf siempre tuvo una mente muy liberal, y en temas con la sexualidad, demostró en varias de sus obras lo avanzada que estaba para la sociedad inglesa del momento:

"Por diversos que sean los sexos, se confunden. No hay ser humano que no oscile de un sexo a otro, y a menudo sólo los trajes siguen siendo varones o mujeres, mientras que el sexo oculto es lo contrario del que está a la vista". 

Nota de suicidio de V. Woolf
En 1941, con Europa en plena contienda, Virginia Woolf se suicidó lanzándose al río Ouse. En su emotiva carta de despedida demostró la lealtad a su marido, a quien le decía: 

“Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser. Creo que dos personas no pueden ser más felices hasta que vino esta terrible enfermedad. No puedo luchar más (…). Si alguien podía haberme salvado habrías sido tú. Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas pudieran ser más felices que lo que hemos sido tú y yo”. 

A pesar de su importante actividad literaria y de su presencia en el mundo cultural, tras su muerte el legado de Virginia Woolf se difuminó hasta que en los años setenta el movimiento feminista rescató las mencionadas ideas inconformistas sobre la situación de la mujer en un mundo dominado por los hombres. Fue en ese momento cuando resurgió la obra de la que hoy es considerada una de las grandes novelistas en lengua inglesa. Comprometida con su tiempo y con otras personas que, como ella, adoraban la palabra escrita, Virginia Woolf es todo un ejemplo de superación y nos legó una interesante obra en la que ficción y  ensayo están a la altura en calidad. 

“La vida. Es un halo luminoso, una envoltura semitransparente que nos envuelve desde que tenemos una conciencia hasta el final.”

“Porque es una lástima muy grande no decir nunca lo que uno siente”.