viernes, 25 de mayo de 2018

Mircea Cãrtãrescu: "La misión del artista es recordar aquello que no recuerda nadie"

Afirma que le hubiera gustado ser científico de física cuántica, pero la realidad es que la vida le deparaba ser uno de los autores más reconocidos del panorama internacional. El escritor rumano Mircea Cãrtãrescu (Bucarest, 1956) abrió este viernes de manera oficial la 77 edición de la Feria del Libro de Madrid con una intensa y completa conferencia sobre la literatura como modo de entender la vida y como edificio sobre el cual se asientan las bases de algo que es "más poderoso que un oficio y un arte", y que para él se asemeja a una religión.

En un acto presentado por el periodista Winston Manrique SabogalCãrtãrescu explicó que todo en su vida ha girado alrededor de la literatura, aunque "nunca" se haya sentido escritor, sino que es un hombre en el cual habitan y conviven dos personalidades bien distintas, la del ingeniero y la del artista. Ambas se complementan cuando se sienta a escribir sus obras. 

Gran parte del discurso que pronunció ante el centenar de personas que llenaron el Pabellón Bankia de la feria a pesar de la desapacible tarde -a la salida nos esperaba un aguacero de los que no se olvidan con facilidad- estuvo centrado en la poesía, que considera "el gato muerto del mundo consumista, hedonista y mediático que nos rodea. No se puede imaginar una presencia más ausente, una grandeza más humilde, un terror más tierno. Nadie parece valorarla y, sin embargo, no existe nada más valioso", explicó. Para el autor de obras como Nostalgia o Solenoide, la poesía "está por todos lados, nacemos con ella y la mantenemos de niños, pero al crecer nos convertimos en narradores". 


Citó a Nabokov para recordarnos que él decía que "la poesía no se siente con el cerebro ni con el corazón, sino con la médula espinal". 

El poder de la lectura


Tímido pero abierto a bromear en más de una ocasión -afirma que no planea "suicidarse literariamente" y que confía que le quede literatura para rato-, el autor rumano más internacional de la actualidad desgranó en qué consiste para él la lectura.

"Llega un momento en el que, tras engullir toneladas de libros, se te revela que no lees al azar. De repente, te golpea algo que reside en la carne delicada de un libro (...) Sólo cuando ya no lees libros, sino que lees la propia lectura, comprendes que la lectura eres tú mismo y que no has encontrado en ningún libro nada que no estuviera en ti desde el principio", explicó. 



Hubo tiempo también para hablar de obras y escritores. Así, citó a Borges, con quien comparte su obsesión por la circularidad infinita del tiempo, a Kafka, Homero, Nabokov, Joyce, Rilke, Góngora y otros muchos autores que han llegado a la "cumbre de la catedral de la literatura". Una catedral que se debe "decorar, haciendo que las paredes desnudas cobren vida, con frescos y estatuas que den esplendor al edificio". 

También quedó espacio para el turno de debate, para que los lectores le agradecieran el discurso sobre cómo levantar obras de los escombros con los que nos encontramos a diario, y dio la sensación de que la charla se habría prolongado. Fuera, ya jarreaba con ganas y lo haría durante unos veinte minutos más. El primer día de la feria estuvo marcado por el mal tiempo y por las dudas sobre la reapertura de El Retiro, cerrado este jueves ante la amenaza de fuertes vientos. Fue uno de esos días que los profesionales del sector difícilmente olvidarán.

Al final, el hombre que "escribiría aunque no quedase ni un solo lector en el mundo" se despidió con calma, agradeciendo los aplausos. Muchos dicen que es un firme candidato a obtener el Nobel, pero él parece vivir ajeno a las quinielas y a la parte más superficial de la literatura.  



domingo, 20 de mayo de 2018

Las disecciones matrimoniales de Joan Didion

Descubrí a Joan Didion (Sacramento, California, 1934) a través de su obra autobiográfica El año del pensamiento mágico (Random House, 2015), una crónica por el intenso dolor que le produjo la repentina muerte de su esposo, el también escritor John G. Dunne, y la de su única hija, Quintana. Es un libro devastador cuya escritura catártica le sirvió para no caer en algo parecido a la locura. 

De la noche a la mañana, la autora perdió a sus seres más queridos, algo para lo que nunca hay explicación en la vida. Esa obra es un intento de sumergirse en el terreno de la muerte, terra incognita para gran parte de las sociedades en las que vivimos, y de descubrir cómo sobrevive uno cuando algo así trastoca tu vida.

Después de ese libro, me había acercado a su figura a través de entrevistas, algunos fragmentos de ensayos y un interesante documental que emite Netflix: El centro cederá.

Tenía ganas de leer su literatura, de conocer a la Joan Didion narradora de ficción, y lo que he encontrado en Río revuelto, editado recientemente por Gatopardo ediciones, me ha sorprendido gratamente.

Con traducción de Javier Calvo, y publicada originalmente en 1963, esta novela (su ópera prima) es un ejemplo de la gran capacidad con la que Didion disecciona la sociedad norteamericana de esa época a través de la historia de un matrimonio de californianos que asienta su vida sobre las falsas apariencias, sobre el terreno de lo nunca dicho y sobre las traiciones.

La narración nos lleva al verano de 1959, marcado por un calor asfixiante en medio de una vasta plantación de lúpulo, y arranca con un disparo que terminará de desmoronar el complicado e inestable matrimonio de Everett McClellan y Lily Knight. A través de unos saltos temporales, Didion retrata con precisión y sin máscaras a la joven pareja, a quienes el lector acompaña desde 1938 hasta ese tórrido agosto donde un disparo acaba con la falsa calma en la que ambos viven. 

Su historia y la de los familiares que los rodean -estupendo el retrato psicológico de los sólidos personajes secundarios- dibujan un fresco de la sociedad californiana de ese momento, y además Didion se adentra en temas que luego trataría en otras obras, como las infidelidades, el suicidio, la visión del amor romántico o la maternidad. 

Hay también una interesante y poderosa reflexión que sobrevuela toda la historia: la del papel de la mujer como esposa y madre en un mundo en el que no se les permitía poco más que eso, ser cuidadoras y esperar en casa al regreso del marido. Pero Lily, como veremos en la novela, no es de esas mujeres que se sientan a esperar.

"Un poco tarde para elegir", le había dicho ella a Everett, como si no lo hubiera sido siempre.¿Acaso había en la vida de alguien un momento fuera del tiempo, despojado de memoria, un momento en que la elección fuera otra cosa que la suma de todas las elecciones ya pasadas? Un poco tarde para elegir: su padre lo había sabido, por mucho que lo negara.

Las expectativas y las frustraciones sentimentales




Joan Didion no llegaba a la treintena cuando publicó esta obra (que, casualmente, y como suele ocurrir en tantas ocasiones, fue rechazada por varios editores), lo cual nos da idea del gran talento que posteriormente derivaría en libros como Según venga el juego (1971), Democracy (1984) o Noches azules (2011), un texto sobre la muerte de su hija.
Lily imaginaba que lo único que cambiaba era lo que se decían, pero que la escena era siempre la misma, y aunque no se acordaba de cuándo ni de cómo había empezado aquello, ahora le daba la impresión de que ambos estaban condenados a representarla todos los días de su vida, hurgando en sus recuerdos en busca de nuevos reproches, atesorando los antiguos, nutriendo los tallos imperecederos de su resentimiento con el alcohol y con la adrenalina inagotable que generaba lo que ella suponía que era (al menos no conocía otro nombre con que llamarlo) amor.

Una interesante novela, incisiva, llena de reflexiones sobre temas tan potentes como las farsas, las expectativas que tenemos cuando somos jóvenes y nos enfrentamos a nuestros primeros amores y la amargura y el tedio que generan las frustraciones sentimentales.  Estoy segura de que no será lo último que lea en ficción de esta escritora.