¿Se
imaginan su biblioteca sin novelas memorables como En busca del tiempo perdido, Cien
años de soledad, La familia de
Pascual Duarte o Lolita? Cuesta
imaginar que libros tan respetados como esos y autores de la talla de James Joyce,
Oscar Wilde o Doris Lessing fueran rechazados por las editoriales en su
momento. Hoy son historias intocables patrimonio de todos, pero estuvieron
cerca de ser páginas y más páginas destinadas a coger polvo en un cajón. Y es
que hasta los más grandes sufrieron en sus comienzos los rechazos del editor,
esa figura tan admirada por los lectores como temida por los autores. Algunos rechazos poco
afortunados han perseguido a los editores durante media vida, como es el caso
de Carlos Barral, quien rechazó publicar Cien
años de soledad, una de las novelas más aplaudidas del siglo XX. Las
anécdotas son tan interesantes y tan numerosas que sería buena idea que alguien
las recopilara en un libro (y que un editor se interesase por él, claro). Ahí
tendría cabida, por ejemplo, la historia del hastío que le produjo al escritor
francés André Gide la lectura de En buscadel tiempo perdido. Gide decía no entender que Marcel Proust dedicara más
de treinta páginas a narrar cómo el protagonista de la historia es incapaz de
conciliar el sueño por las noches. Igualmente sorprendente es el caso del
irlandés James Joyce, autor de la novela que para muchos cambió la literatura
moderna: el Ulises. El matrimonio
formado por Virginia y Leonard Woolf la calificó de impublicable y en Estados
Unidos directamente se prohibió por considerarla inmoral. El Ulises
empezó entonces un accidentado viaje en busca de editor que bien podría
servir de inspiración para un bestseller actual. En 1922, la librería parisina
Shakespeare & Co. publicó la primera edición de la obra, que tuvo que
distribuirse casi de manera clandestina. Al tesón de Silvia Beach, la
propietaria de la mítica librería, debe Joyce el verdadero éxito de su libro,
que no llegaría a Estados Unidos hasta una década después.
Tampoco
lo tuvieron nada fácil autores como Nabokov. Su Lolita estuvo cerca de causar un escándalo entre los editores que
la leyeron. Por ironías de la vida, Lolita
es el libro que más éxito le acabaría reportando y fue llevada al cine por
Kubrick, aunque durante décadas fue considerado un libro pornográfico. Más
duro, si cabe, es el caso de John Kennedy Toole, autor de La conjura de los necios, quien acabó suicidándose tras recibir la
negativa de todos los sellos editoriales a los que envió el manuscrito. Fue su
madre quien, años después, logró que el
libro viera la luz. Ahora es una de las novelas más aplaudidas por crítica y
lectores, pero en su momento fue vapuleada por los editores.
Y
ya en nuestros días, bien conocido es el caso de la famosísima J.K.K. Rowling,
creadora de la saga Harry Potter. Su
historia, llena de penurias hasta que una pequeña editorial londinense accedió
a darle una oportunidad, recuerda al de otra escritora, Katherine Neville,
responsable de uno de los grandes éxitos comerciales de finales del siglo XX: El ocho. Ella dedica a todos los
escritores que comienzan una frase alentadora: “Podrán impedirte ser un autor
publicado, pero no ser un escritor”.
Efectivamente, esa última frase nos anima a seguir adelante. No se ser un autor publicado no es problema para que no podamos ser escritores.
ResponderEliminarY, en estos casos, además del talento y las ganas, creo que a veces es fundamental entrar en la editorial adecuada en el momento adecuado.
Saludos y me encanta tu blog ;)
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