Siempre me gusta prestar atención a las óperas primas de los escritores. La primera novela de un autor debutante la concibo como una suerte de prueba de fuego de la que
no muchos salen victoriosos. Alfredo de Andrés (Madrid, 1961) lo consigue con La suma de las partes
(Gens Ediciones), una novela valiente y perfectamente construida que traslada
al lector a la Viena de los años veinte en compañía de Freud y Kafka. Con un
arranque digno de novela negra en el que un asesinato tiene en en vilo a dos
policías, La suma de las partes es
una novela de voces y de importante poso psicológico, una obra que no deja
indiferente y de la cual podemos extraer interesantes reflexiones. Alfredo de
Andrés lleva años escribiendo y eso es algo que se aprecia cuando uno se sumerge en el primer capítulo de su primer libro. El suyo es un debut más que prometedor, una obra que merece grandes elogios y que, aunque no está pensada para un lector medio, sí la recomendaría a todo aquel lector que busque no sólo una historia interesante, sino una reflexión sobre las emociones humanas, sobre la locura y la razón.
-La suma de las partes está protagonizada por dos
pesos pesados de la Historia: Freud y Kafka. ¿Cómo ha sido darles vida
literariamente y qué era lo que más te interesaba destacar de ellos?
Lo cierto es que no era muy consciente de
lo difícil que podía ser ponerle voz a esos personajes hasta que no me puse a
ello. Me documenté mucho sobre Kakfa, tanto de su vida como de su obra no
literaria. Leí lo que había escrito sobre sus propios sueños, y también un par
de libros de coetáneos suyos que narraban diferentes experiencias y conversaciones
que habían tenido con él. A partir de ahí, intenté encontrar un tono que le
fuera bien al personaje y que me permitiera además sentirme cómodo con el
discurso que quería desarrollar en la novela. Lo uno me llevó a lo otro de
forma casi automática.
En cuanto a Freud, bueno, fue bastante más
fácil, entre otras cosas porque en la novela tiene un papel diferente. Explica,
más que cuenta; indaga, más que elabora, y eso permitió estar más “relajado” a la hora de tratar con
él. En cualquier caso, lo que me
interesaba de sus vidas era ese momento concreto de la historia en que los
describo, cuando ambos están unidos por una experiencia íntima como es el dolor.
-Como buena novela negra, es
una obra donde lo psicológico tiene mucha relevancia, algo que se ha perdido en
la gran mayoría de novelas que hoy en día nos venden bajo este género. Como
psicólogo y como autor, ¿qué es lo que más te fascina de la técnica del
psicoanálisis, muy presente en la historia?
Todo lo que tiene de viaje interior. En
realidad, el sujeto que se psicoanaliza no sabe a dónde va, ni qué va a
descubrir. Paradójicamente, su inconsciente es eso, algo ajeno a su consciente
y, por tanto, inaccesible; pero es el viaje que emprende en el análisis de su
yo lo que le lleva hacia el cambio.
Hoy
en día la fisiología neuronal ha aportado nuevas pruebas de que gran parte de
nuestra conducta es ajena a eso que denominamos “voluntad”, y que en realidad esa conducta está
controlada por elementos “inconscientes”, aunque la ciencia actual se resista a emplear esa palabra. Por otro
lado, inconsciente, sueño e irracionalidad van de la mano, algo que es de vital
importancia en el arte, la ciencia y la historia del siglo XX
-Narras una historia que
traslada al lector a la Viena del periodo de entreguerras. La ciudad es casi un
personaje más. Comienzas con un asesinato, una misteriosa mujer que ha
aparecido muerta y un crimen que empieza a ser investigado. Por si todo esto
fuera poco, La suma de las partes es una novela donde la literatura tiene un
peso esencial. ¿Es un homenaje al poder de los libros?
Sí, por supuesto. La metamorfosis fue prohibida en la Alemania nazi, al igual que los
libros de Freud. Hitler temía esos libros, y por dicha razón ordenó quemarlos.
En realidad, temía más a esos libros y a esos autores que a sus adversarios
políticos. Despreciaba y desdeñaba lo
que él denominaba “arte degenerado”, que no era otra cosa que el arte de
vanguardia, pero al mismo tiempo tenía una fijación hacia ese tipo de expresión
artística. Lo cierto es que temía ese arte porque desenmascaraba su impostura.
-Si tuviera que quedarme con
una frase de la novela sería esta. La dice Kafka: “La locura y la muerte no son
más que dos caras de la misma moneda”. ¿Qué frase define para ti lo que
perseguías con este libro?
La irracionalidad mueve al hombre.
-Los policías Spear y
Kopneck, dos de los protagonistas de la obra, reflexionan a menudo sobre la
verdad y, más bien, sobre la manipulación de la verdad, algo muy común en los
tiempos que vivimos…
En realidad ese es uno de los grandes
“inventos” del siglo XX: la manipulación de la verdad. Goebbles, uno de los
jerarcas del nazismo, dijo “una mentira mil veces repetida se transforma en una
verdad”. Él mismo puso a prueba dicho aforismo con su Ministerio de Propaganda,
que ha sido emulado en mayor o menor medida en todo el mundo (aunque
cambiándolo de nombre y de aspecto, que siempre hay que guardar las formas).
Uno no deja de sorprenderse al ver los periódicos de la mañana de cómo una
misma noticia puede ser interpretada de mil formas diferentes (aquí
interpretada debería de ir entre comillas), o de cómo los representantes
políticos son capaces de encontrar eufemismos que maquillan la realidad. En
fin, nada nuevo bajo el sol.
-Me llama mucho la atención
esta reflexión de un Kafka moribundo: “En realidad, nos pasamos la vida
curándonos (…) Pero en verdad no es así. La cura no está en nuestra mano. En
realidad, la cura siempre depende de los otros”. Creo que resume muy bien una
de las grandes temáticas del libro…
Forma parte del ciclo dolor-cura-dolor.
Todos, de una u otra manera, intentamos evitar el dolor, curarnos de él. Del dolor
psíquico y del físico. El dolor psíquico, ese que produce una pérdida, una
separación, la frustración o la soledad, se alivia mediante el contacto con los
otros: Padres, amigos, amantes, esposos. Sin ellos, sería imposible curarse y
superar ese dolor.
-Para muchos grandes autores
del panorama actual, Kafka fue el autor más relevante del siglo XX. ¿Opinas lo
mismo? Hubiera sido igual la literatura actual si Max Brod hubiera destruido
los manuscritos del checo?
No, sin duda alguna. Kafka es el autor del
siglo XX. No se puede entender ese siglo sin él, y el siglo no hubiera sido
igual sin su literatura. Fue “la voz de su tiempo”, ese tipo de escritor que
surge muy pocas veces en la historia y que es capaz de resumir en su obra no solo lo
que ocurre en el mundo que le ha tocado vivir, sino aquello que va a suceder en
el futuro.
-¿Qué parte del proceso
creativo fue la más dura para ti?
Darle a la novela un giro narrativo final en
el que encajaran todas las piezas sin que perdiera sentido y sin que pareciera
forzado.
-Después de muchos años
escribiendo, ¿cómo estás viviendo el momento de publicar por primera vez? ¿Cómo
ves el panorama editorial actual?
Es algo muy gratificante. Supongo que es
algo así como llegar al fin a alguna parte. Aunque, en realidad, y
parafraseando a Fernando Fernán Gómez, escribir es un viaje a ninguna parte.
El panorama editorial actual supongo que
está más o menos como el musical o el
cinematográfico. Hay un cambio en el modelo de negocio, pero no tengo
muy claro que el nuevo modelo sea mejor que el que había. Lo que sí que tengo
claro es que el modelo clásico va a desaparecer. Habrá que adaptarse, no queda
otra.
-¿Qué será lo próximo que
escribas?
Espero que no sea mi epitafio.