sábado, 15 de noviembre de 2014

Reflexiones de Virginia Woolf, una mujer adelantada a su época



"Cada secreto del alma de un escritor, cada experiencia de su vida, cada atributo de su mente, se hallan ampliamente escritos en sus obra"

 “El espíritu es el más caprichoso de los insectos, palpitante, revoloteante”

Siempre he admirado la compleja figura de una mujer adelantada a su época: la británica Virginia Woolf (1882-1941). Novelista, ensayista, editora y activa feminista, fue una de las figuras más representativas del Londres literario de comienzos del siglo XX. Hace años, además, su figura se popularizó debido a la interpretación de Nicole Kidman en la película Las horas, papel que le valió un Oscar en el año 2002. Además de una mujer valiente, renovadora de la novela moderna –sus monólogos interiores, la mezcla de géneros literarios y los saltos temporales en la narración son prueba de ello– fue una gran pensadora.

“Quería escribir sobre todo, sobre la vida que tenemos y las vidas que hubiéramos podido tener. Quería escribir sobre todas las formas posibles de morir.”

Criada en el seno de una familia bien educada y relacionada con el mundo cultural, a Virginia Woolf le debemos numerosas frases dignas de análisis. Una de las más conocidas es: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si va a escribir ficción”. Y es que sus reflexiones sobre el papel de la mujer en la sociedad de la época son hoy un valioso testimonio. La mayoría las plasmó en el ensayo Una habitación propia (A room of one´s own), publicado en 1929. Hoy es un texto de referencia que nos hace pensar que, por desgracia, la mayoría de sus impresiones sobre la subordinación de la mujer al hombre son están aún vigentes en pleno siglo XXI. Desde muy joven, y a pesar de la familia de la que provenía, la autora tuvo muy claro que el mundo en el que le había tocado vivir imponía férreas condiciones a toda aquella mujer que deseara ser independiente tanto económica como mentalmente. En sus diarios y en las conferencias que impartía siempre ponía de relieve la invisibilidad de la mujer, relegada al papel reproductivo y al ámbito doméstico. En aquella época, el género femenino tenía muy complicado acceder a la universidad, y si hablamos del campo de la escritura, eran menos valoradas que un hombre y al escribir debían ceñirse a los estereotipos marcados por el género masculino. 



"Es obvio el que los valores de las mujeres difieren con frecuencia de los valores creados por el otro sexo y sin embargo son los valores masculinos los que predominan".

“Es fatal ser puramente un hombre o una mujer; hay que ser masculino-femenino o femenino-masculino”.

"Durante todos estos siglos, las mujeres han servido de espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño".



Una vida marcada por la enfermedad mental

Nicole Kidman, caracterizada como la escritora
A pesar de su origen acomodado, la vida de la autora de Orlando no fue precisamente fácil, ya que estuvo marcada desde la juventud por la enfermedad mental. La muerte de sus progenitores –a los trece años perdió a su madre–, especialmente la de su padre, que era también un hombre muy cultivado, marcó el comienzo de unas crisis nerviosas y una depresión que acompañarían a la escritora de por vida, conduciéndola al suicidio años después.

Virginia Woolf sufrió siempre un trastorno bipolar, pero la rígida moral de la época impedía que incluso en sus textos autobiográficos hablase claramente de estos episodios mentales. Sin embargo, tuvo la fortaleza necesaria para que la enfermedad no le impidiera renunciar a su vocación literaria. Solo su decisión de suicidarse acabó con una brillante trayectoria, una carrera de la que no se puede excluir a su esposo, Leonard Woolf –Virginia se apellidaba Stephen de soltera y tomó el apellido de su marido–. Economista y escritor, y miembro como ella del conocido grupo Bloomsbury, se casó con él a los treinta años y siempre compartieron una gran afinidad. Juntos fundaron una editorial que publicó, entre otros, a autores como Sigmund Freud o T.S. Eliot. 

Virginia Woolf siempre tuvo una mente muy liberal, y en temas con la sexualidad, demostró en varias de sus obras lo avanzada que estaba para la sociedad inglesa del momento:

"Por diversos que sean los sexos, se confunden. No hay ser humano que no oscile de un sexo a otro, y a menudo sólo los trajes siguen siendo varones o mujeres, mientras que el sexo oculto es lo contrario del que está a la vista". 

Nota de suicidio de V. Woolf
En 1941, con Europa en plena contienda, Virginia Woolf se suicidó lanzándose al río Ouse. En su emotiva carta de despedida demostró la lealtad a su marido, a quien le decía: 

“Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que cualquiera podría ser. Creo que dos personas no pueden ser más felices hasta que vino esta terrible enfermedad. No puedo luchar más (…). Si alguien podía haberme salvado habrías sido tú. Todo lo he perdido excepto la certeza de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas pudieran ser más felices que lo que hemos sido tú y yo”. 

A pesar de su importante actividad literaria y de su presencia en el mundo cultural, tras su muerte el legado de Virginia Woolf se difuminó hasta que en los años setenta el movimiento feminista rescató las mencionadas ideas inconformistas sobre la situación de la mujer en un mundo dominado por los hombres. Fue en ese momento cuando resurgió la obra de la que hoy es considerada una de las grandes novelistas en lengua inglesa. Comprometida con su tiempo y con otras personas que, como ella, adoraban la palabra escrita, Virginia Woolf es todo un ejemplo de superación y nos legó una interesante obra en la que ficción y  ensayo están a la altura en calidad. 

“La vida. Es un halo luminoso, una envoltura semitransparente que nos envuelve desde que tenemos una conciencia hasta el final.”

“Porque es una lástima muy grande no decir nunca lo que uno siente”.