jueves, 27 de septiembre de 2012

Mis novedades de otoño

Estos son algunos de los libros que comentaré en las próximas semanas. Os dejo unos breves y útiles datos sobre ellos. El otoño ya está aquí y no se me ocurre mejor manera de celebrarlo que con una buena taza de té y un gran libro.

Hace cuarenta años 


Autor/a: Maria Van Rysselberghe
Editorial: Errata Naturae
Colección: El Pasaje de los Panoramas
Formato:
14× 21,5
Páginas: 88
Precio:
12,90 €
ISBN:
978-84-15217-31-2
Traducción: Regina López
Epílogo: Natalia Zarco

La editorial Errata Naturae nos presenta para este otoño una cuidada edición de la breve novela Hace cuarenta años de Maria Van Rysselberghe (Bruselas, 1866- Cabris, 1959). ¿Qué sabemos de esta autora? Desde la editorial nos la presentan como una de las más fascinantes escritoras secretas de todos los tiempos. Para los editores de este sello se trata de una autora de culto a pesar de la brevedad de su obra, y en esta temporada literaria que comienza apuestan por sacar a la luz uno de sus tres textos más conocidos. Maria Van Rysselberghe fue íntima amiga del escritor André Gide y testigo de los acontecimientos más importantes de su carrera literaria. Durante años, redactó en numerosos cuadernos lo que llamó Notas para la historia auténtica de André Gide. Hoy, a esas narraciones se las conoce como Los cuadernos de la Petite Dame, un valioso documento que nos explica de primera mano los entresijos de una importante época cultural no solo en Francia, sino en toda Europa. 

Sobre la novela, Errata Naturae nos cuenta lo siguiente: Estamos a finales del siglo XIX, en una playa del Mar del Norte donde nacerá una pasión absoluta y singular entre Émile y Maria. Será ésta quien nos cuente, cuarenta años después, cómo fue aquel breve y fascinante amor hecho a medias de exaltación y de sumisión. Lo fugaz y lo eterno, así como lo imposible —pues ambos están casados—, marcan esta poderosa historia que nos recuerda en ocasiones a Stendhal y a Flaubert y que se anticipa a las novelas de Marguerite Duras o a las películas de Ingmar Bergman.

Pocas veces se ha dicho tanto y tan bien sobre el amor arrebatado y sobre su engarce en la realidad, aunque sea ésta una realidad de escritores y pintores bohemios al margen de «lo convencional»… y en el límite de lo onírico, como en algunas grandes obras de William Shakespeare.
Una joya secreta de la literatura europea del siglo XX.
Una historia de amor escrita con una elegancia absolutamente única.


Siempre hemos vivido en el castillo













Autor/a: Shirley Jackson
Editorial: Minúscula
Edición: Primera edición, 2012
Páginas: 222
Precio:
18,50 €
ISBN:
978-84-95587-89-3
Traducción del inglés: Paula Kuffer
Posfacio de Joyce Carol Oates

 De manos de la editorial Minúscula nos llega una de las novelas más respetadas por el público y la crítica. Se trata de Siempre hemos vivido en el castillo, de la autora estadounidense Shirley Jackson (1916-1965). Publicada en el año 62, poco antes de su muerte, fue considerada como una de las mejores novelas de su año. La obra de la escritora, que incluye el cuento "La lotería" y novelas como La maldición de Hill House, influyó fundamentalmente en Stephen King. Minúscula presenta esta edición con un cuidado posfacio de la respetada escritora Joyce Carol Oates, en la que califica a la novela como "la obra maestra de la literatura gótica de suspense" y la relaciona con la que quizás sea la mejor novela de este género: Otra vuelta de tuerca, de Henry James.

 Sobre la historia, en la contraportada Minúscula nos presenta a Merricat, que lleva una vida solitaria en una gran casa apartada del pueblo. Allí pasa las horas recluida con su bella hermana mayor y su anciano tío Julian, que va en silla de ruedas y escribe y reescribe sus memorias. La buena cocina, la jardinería y el gato Jonas concentran la atención de las jóvenes. En el hogar de los Blackwood los días discurrirían apacibles si no fuera porque los otros miembros de la familia murieron envenenados allí mismo, en el comedor, seis años atrás.

Así se presenta Merricat ante el lector: <<Me llamo Mary Katherine Blackwood. Tengo dieciocho años y vivo con mi hermana Constance. A menudo pienso que con un poco de suerte podría haber sido una mujer lobo, porque mis dedos medio y anular son igual de largos, pero he tenido que contentarme con lo que soy. No me gusta lavarme, ni los perros, ni el ruido. Me gusta mi hermana Constance, y Ricardo Plantagenet, y la Amanita phalloides, la oronja mortal. El resto de mi familia ha muerto.>>

«El sol aún brilla para nosotros. La autora del milagro es Shirley Jackson (...) Insuperable siempre, incluso más en esta su última obra.»
Dorothy Parker

«De entre todos los niños y los adolescentes precoces de la narrativa americana de mediados del siglo XX (...) ninguno es tan memorable como Merricat.»

Joyce Carol Oates

 





Una de rechazos literarios bien calentita (para empezar la temporada)



¿Se imaginan su biblioteca sin novelas memorables como En busca del tiempo perdido, Cien años de soledad, La familia de Pascual Duarte o Lolita? Cuesta imaginar que libros tan respetados como esos y autores de la talla de James Joyce, Oscar Wilde o Doris Lessing fueran rechazados por las editoriales en su momento. Hoy son historias intocables patrimonio de todos, pero estuvieron cerca de ser páginas y más páginas destinadas a coger polvo en un cajón. Y es que hasta los más grandes sufrieron en sus comienzos los rechazos del editor, esa figura tan admirada por los lectores como temida  por los autores. Algunos rechazos poco afortunados han perseguido a los editores durante media vida, como es el caso de Carlos Barral, quien rechazó publicar Cien años de soledad, una de las novelas más aplaudidas del siglo XX. Las anécdotas son tan interesantes y tan numerosas que sería buena idea que alguien las recopilara en un libro (y que un editor se interesase por él, claro). Ahí tendría cabida, por ejemplo, la historia del hastío que le produjo al escritor francés André Gide la lectura de En buscadel tiempo perdido. Gide decía no entender que Marcel Proust dedicara más de treinta páginas a narrar cómo el protagonista de la historia es incapaz de conciliar el sueño por las noches. Igualmente sorprendente es el caso del irlandés James Joyce, autor de la novela que para muchos cambió la literatura moderna: el Ulises. El matrimonio formado por Virginia y Leonard Woolf la calificó de impublicable y en Estados Unidos directamente se prohibió por considerarla inmoral.  El Ulises empezó entonces un accidentado viaje en busca de editor que bien podría servir de inspiración para un bestseller actual. En 1922, la librería parisina Shakespeare & Co. publicó la primera edición de la obra, que tuvo que distribuirse casi de manera clandestina. Al tesón de Silvia Beach, la propietaria de la mítica librería, debe Joyce el verdadero éxito de su libro, que no llegaría a Estados Unidos hasta una década después.

Tampoco lo tuvieron nada fácil autores como Nabokov. Su Lolita estuvo cerca de causar un escándalo entre los editores que la leyeron. Por ironías de la vida, Lolita es el libro que más éxito le acabaría reportando y fue llevada al cine por Kubrick, aunque durante décadas fue considerado un libro pornográfico. Más duro, si cabe, es el caso de John Kennedy Toole, autor de La conjura de los necios, quien acabó suicidándose tras recibir la negativa de todos los sellos editoriales a los que envió el manuscrito. Fue su madre quien, años después,  logró que el libro viera la luz. Ahora es una de las novelas más aplaudidas por crítica y lectores, pero en su momento fue vapuleada por los editores.
Y ya en nuestros días, bien conocido es el caso de la famosísima J.K.K. Rowling, creadora de la saga Harry Potter. Su historia, llena de penurias hasta que una pequeña editorial londinense accedió a darle una oportunidad, recuerda al de otra escritora, Katherine Neville, responsable de uno de los grandes éxitos comerciales de finales del siglo XX: El ocho. Ella dedica a todos los escritores que comienzan una frase alentadora: “Podrán impedirte ser un autor publicado, pero no ser un escritor”.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Una tarde de buena literatura en compañía de "La piel de los extraños"

El escritor Ignacio Ferrando acaba de publicar nuevo libro y lo presentó este viernes en una nueva librería madrileña que dará mucho que hablar: La Central. La piel de los extraños (Menoscuarto) es su tercer libro de relatos después de Ceremonias de interior (2006) y Sicilia, invierno (2009). Está considerado uno de los autores más sólidos de ese género, y ha ganado premios tan prestigiosos como el NH Mario Vargas Llosa o el Premio Internacional Juan Rulfo. También es autor de la novela Un centímetro de mar, que el pasado año se alzó con el Premio Ciudad de Irún.

El acto estuvo presentado por el editor de Menoscuarto, José Ángel Zapatero, y por el escritor Rubén Abella. Muchos profesores y alumnos de la Escuela de Escritores, donde Ignacio Ferrando es profesor de relato y coordinador del Máster de Narrativa, quisieron compartir este momento tan importante con él.

De camino a casa y gracias al 'estupendo' funcionamiento del metro en esta jornada de huelga, me sumerjo en la piel del primero de los once relatos que conforman este libro. Se llama "Los atardeceres de Tagfraut". Os dejo esta frase, para que os vayáis empapando de la atmósfera de ese lugar:

"Tagfraut no es ningún desierto, les digo, es solo un hermoso encaje de palabras, ¿lo veis? Una mentira esculpida torpemente".

En los próximos días espero subir una entrevista con él. Mientras tanto, os dejo en manos de estos extraños. Quizás, cuando regrese, con un poco de suerte hayáis estrechado lazos.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Entrevista con Martín Sotelo, autor de Bailes de medio siglo



Martín Sotelo: “Siempre me han gustado los narradores poco fiables”

Bailes de medio siglo (Nocturna) es su primera novela publicada, pero de su narrativa se desprende que Martín Sotelo (Toledo, 1982) lleva ya un gran camino recorrido y que tiene por delante una esperanzadora carrera. Admirador de Onetti, de Marsé y de Rulfo, entre otros, recomienda a Faulkner –“un cuentista, un fabulador nato” – y afirma que le gustan los narradores “poco fiables” y la sensación, como lector, “de terminar convirtiéndote en escritor de aquello que estás leyendo”. Con Bailes de medio siglo ha conseguido que, en los tiempos que corren, se hable de un autor joven que está comenzando. Su prosa cuidada se pone al servicio de una historia dura narrada en varias voces –que parte, inicialmente, de un hecho real – sobre fantasmas del pasado, deudas de sangre y otros puntos oscuros de la naturaleza humana.

-Pregunta: Con esta novela debutas en el panorama literario. ¿Cómo es la sensación de lanzar tu primera obra al mercado? Estamos en un momento económico tan delicado que pocos sellos apuestan por autores noveles. ¿El horizonte es desolador o aún tenemos que confiar en aquello de que el talento siempre encuentra el camino?

-Respuesta: El camino para el que escribe es escribir. Yo tuve suerte de que una editorial como Nocturna, cuyo trabajo de edición es encomiable, apostara por mí, por la primera novela de un autor joven totalmente desconocido. No suele ser lo normal. Lo normal es publicar gracias al amiguismo de los contactos, a los agentes literarios y a los lametones. En este sentido, yo no le debo nada a nadie. Y me siento muy orgulloso de que la novela se haya abierto camino sola. 

-P.: De la mano de los personajes protagonistas, la novela recorre un sinfín de emociones y puntos oscuros de la naturaleza humana, como el miedo, la venganza, la posesión, la culpa, etc. Más allá del doble crimen que relatas, Bailes de medio siglo parece una historia de emociones, del lado turbio del hombre, y de cómo a veces no hay salvación posible. ¿Qué opinas?

-R.: A mí me interesa la verdad, la verdad personal de cada uno, intentar saber cómo son los demás, y cómo soy yo. Y como dice una canción de Nacho Vegas: la verdad fue escrita en las sombras. Así que en las sombras debe adentrarse uno si quiere hallar algún tipo de verdad. Aunque la novela total, como decía Stevenson, sería aquella en la que hubiera un momento para bailar y otro para llorar, para ser duro así como para ser sentimental, para ser ascético así como para glorificar los apetitos, y si una persona combinase todos estos extremos en su obra, cada uno en su lugar y proporción, esa obra sería la obra maestra universal tanto de la moral como del arte. Pero eso está al alcance de muy pocos, de un Cervantes, un Shakespeare, un Moliere, un Dickens, o un John Ford, en cine.

-P.: Basada, inicialmente, en una historia real, decides continuar por tu cuenta. ¿Qué era lo que más te interesó de esa historia cuando la oíste por vez primera y qué era lo que más te interesaba plasmar en las páginas de la novela?

-R: La historia real me empezó a interesar en el momento en que descubrí que el mismo hombre que había matado a su mujer mató también, cincuenta años antes, al primer marido de ella. Me empecé a imaginar cómo serían esos cincuenta años de convivencia, esa deuda de sangre que ella contrae con el hombre que fue capaz de matar por ella, por su amor. Narrar esa convivencia fue lo que me impulsó a escribir la historia. Una historia –hay que dejarlo claro– totalmente ficticia e imaginada.  

-P.: En la novela tienen un peso muy importante la ciudad de Madrid y la época en la que transcurre la historia. ¿Cómo ha sido el proceso de recrear una ciudad que empieza, como el resto del país, a cambiar poco a poco?

-R: Yo escribí esta novela en el pueblo, echando de menos Madrid, en donde viví tres años. No me documenté para contar medio siglo de este país porque no era eso lo que me interesaba, sino el conflicto íntimo de dos personas que viven aisladas y de espaldas a dicha historia. Quería demostrar que, por mucho que un país avance en libertades, ciertos conflictos emocionales siguen y seguirán intactos. 

- P: Hablando de los personajes del pueblo manchego, del cotilleo y el debate que surge a raíz del asesinato, estos pasajes me recuerdan mucho, y en general todo el estilo de la novela, a Onetti. En su novela Los adioses contemplamos cómo la historia es narrada, interpretada y a veces manipulada por varios personajes. Cada uno, como en tu historia, nos cuenta una parte de lo que ha vivido. La atmósfera de la historia y los personajes también me recuerdan mucho a él. Se trata de un autor de referencia para ti, ¿verdad?

-R: Onetti es un vicio. Le releo sin parar. Es un autor inagotable, cuya prosa, tan sinuosa, elegante y llena de pequeños matices, ya me gustaba con 20 años, pero que gana con el paso del tiempo, como los buenos vinos. Pasajes de su obra que de joven no entendías, de pronto un día los comprendes, llegando a saborear matices que sólo es posible captar cuando los años, o la vida, te enseñan de qué va la cosa. Por otra parte, a mí siempre me gustaron los narradores poco fiables y esa sensación, como lector, de terminar convirtiéndote en escritor de aquello que estás leyendo. Creo que es lo mejor que la literatura nos puede ofrecer: el convertirte en escritor de lo que lees. 

- P: ¿Cuál ha sido la mayor dificultad a la hora de escribir esta novela?

-R: La de siempre: saber encontrar la distancia justa y adecuada. Hay que implicarse hasta lo más hondo que uno pueda desde un plano paralelo o distanciado. Todo el problema consiste en esto: en saber hablar de uno mismo sin ser tú, convirtiéndote en un personaje para que el personaje te muestre quién eres, para que la máscara descubra el verdadero rostro que hay debajo; y en saber hablar de los demás como si cada uno de ellos fueras tú. En los demás se descubre el artista a sí mismo, y desenmascara en sí mismo a los demás. Sin distancia, uno termina hablando de sí mismo desde la confusión y el patetismo, y de los demás, desde el rencor, la petulancia o el prejuicio. 

- P: Suele haber, en estos tiempos, un enfrentamiento entre estilo y trama. Hay muchos grandes defensores del estilo, pero hoy parece que venden las historias que te enredan en mil tramas y cuya narración deja bastante que desear. ¿Es difícil lograr un equilibrio entre los dos? Si tuvieras que ‘enganchar’ a un lector, ¿preferirías hacerlo por el cómo lo cuentas o por lo que cuentas?

-R: Por ambas cosas, a ser posible. Si una historia no la cuentas bien es como no contarla; y si descuidas el fondo enfatizando la forma es un mero ejercicio de estilo sin ningún interés, algo así como pedir al lector que a cada rato cierre el libro para aplaudirte. Yo procuro que sea el fondo, la materia sensible que sé que voy a manejar, lo que me diga qué forma he de elegir o es la más apropiada. Hay muchos escritores tildados –para mí, injustamente- de estilistas, como Faulkner, por ejemplo. Faulkner, por encima de un estilista o de tener un estilo propio, era un cuentista, un fabulador nato. Cuenta cosas sin parar. En su mejor novela, Absalón, Absalón, suceden más cosas que en cualquier bestseller de ahora supuestamente trepidante de acción. Al igual que en una noche de insomnio pueden suceder más cosas de importancia que en diez vueltas al mundo. 

- P: ¿Te consideras un autor vinculado a cierto tipo de género, en este caso, cercano a la novela negra o eres de los que se atreverían con cualquier tipo de historia?

-R: Yo nunca pienso en los géneros, ni para escribir ni para leer. La novela negra me ha debido de influir mucho, porque me apasiona. Creo que, a día de hoy, es el único tipo de novela que se ocupa de las cosas importantes, de esas cosas que preferimos no ver.  

- P: Los tiempos están cambiando mucho y parece que ahora ya no es normal que el escritor sea esa figura solitaria y tan bohemia. Ahora, muchos autores están metidos en las redes sociales y en permanente contacto con sus potenciales lectores. ¿Es marketing editorial o los nuevos tiempos han modificado el oficio del escritor? ¿Cómo te ves tú en este sentido?

-R: El oficio del escritor es escribir, y tratar de hacerlo cada día mejor. Lo demás es secundario. Yo no entiendo a este tipo de escritor que se pasa el día escribiendo, más que en sus libros, en las redes sociales. ¿De dónde sacan tiempo para escribir sus obras? En realidad los envidio, por disponer de tanto tiempo para hacer tantas cosas. 

- P: ¿Qué obsesiones literarias quieres plasmar en el siguiente libro?

-R: No me gusta hablar de mis próximos proyectos porque es la mejor manera de nunca acabarlos. Puedo hablar de una novela que tengo ya muy avanzada, sobre dos parejas unidas por un médico bastante funesto. Mis obsesiones literarias van evolucionando conforme evolucionan mis obsesiones vitales, pero, para resumir, me interesa el tema de la realidad y el sueño, el tema de la identidad y la apariencia y los personajes que, por alguna razón, viven en la orilla o carecen de voz.   

- P: Hablas de Marsé, Rulfo y Onetti como autores que te han marcado. ¿Qué es lo que más te gusta de cada uno?

-R: De Marsé, su talento para dar vida a sus personajes, su apego por el barrio, las tabernas, la niñez, los marginados, y esa capacidad de mezclar estilos opuestos, el hecho de haber asimilado tan bien, sin que chirríe, a Dickens y Onetti, por ejemplo, para forjar su prosa. De Rulfo, su concisión, su elegancia, su crudeza, su ternura, ese saber decir tanto con tan poco. Y de Onetti, todo ese universo que creó, tan cerrado, tan suyo y tan nuestro, que le servía para vivir en él, para nunca estar solo.  

- P: Dos recomendaciones para despedirnos: un clásico que hayas releído o que vayas a releer, y un libro o autor que hayas descubierto últimamente y que puedas recomendar.

-R: El Quijote, siempre. Y El ángel que nos mira, de Thomas Wolfe, que leí no hace mucho.